Desde que entré a la carrera ya empezaba a sospechar que algún plan macabro tramaban las diabólicas tripas que tengo desde el inicio de mis días. Ya me había tocado sufrir algunos de los malestares digestivos más penosos de la existencia humana, pero el plan que ahora se estaba cocinando en mi abdomen era casi digno de una trilogía completa estilo"La porfecía" y "El exorcista" juntas.
Aumentar y bajar de peso en cada semestre. No sólo es frustrante, sino que es desmoralizador en toda la extensión de la palabra, ya que, yo desde siempre había sido, hasta eso delgado. Feo y delgado para mayor referencia.
Y es que para este semestre mis tripas me juegan sucio, no he conseguido bajar un solo milímetro, y toda la ropa que tengo, al menos los pantalones no me quedan o me quedan apretados MUY APRETADOS en el mejor de los casos y no, no quiero comprar nuevos, porque sé que a los dos días que tenga pantalones nuevos (con la nueva talla) mi cuerpo (haciendo gala de la hijodeputez que acostumbra) decidirá que es tiempo de regresar a su estado original, dejandome con una legión de pantalones nuevos que seguramente irán a parar a Narnia (muy al fondo de mi ropero).
Estar a pan y agua no creo que sea la mejor decisión, porque resulta que tengo algún tipo de ansiedad que me hace estar comiendo cuanta babosada se me cruce en el camino y tenga más de 12% de grasa total. ¿traducción? ESTOY JODIDO.
2 comentarios:
No bajas milímetros... ¿ni gramos? D:
Hazte un cocido de boca, nunca falla. :$
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